miércoles, septiembre 03, 2008

13 de Febrero

Cuando en aquella negra mañana del 13 de Febrero apenas había decidido ensayar el reposo en un sueño y persistía el insomnio, entonces un amigo, alguien, me empujó hacía el abismo, pretendía caer pero conseguí hacerme de la corbata de Franz, no caí, no morí, nuevamente. Franz me acogió con una sonrisa, pero nadie explicaba porque mi amigo, alguien, había intentado arrojarme por la ventana, yo tampoco tenía una explicación y sin embargo más de mil teorías o hipótesis prácticas. No cabe mencionarlas. Franz me dio un fuerte apretón de mano y me pidió que le acompañara a su piso, rechacé tal invitación. «Te sentirás mejor», dijo Franz, y me vi perseguido en su boca, en sus ojos, en sus más profundos pensamientos, pero nadie conoce la mente de otro hombre, nadie. Subí al piso de Franz. Un café nos esperaba en la mesa del rincón de la sala, mi amigo, alguien, adora los ángulos agudos, los escondrijos punzocortantes e hirientes: siempre al filo de la vida de pie en una navaja.

El café estaba frío, no le entibiamos, así lo bebimos. Franz lo escupió sobre mí, con un gesto de repulsión total –hacía el café, supongo- y ante la sorpresa, dijo «Si bien es cierto que no nos conocemos de mucho tiempo atrás, también es cierto que he aprendido a estimarte pues te has ganado por completo mi confianza». No me atrevía a cuestionar el comportamiento de Franz, mi amigo, alguien. Sólo nos miramos fijamente en aquél rincón hasta que cayó la noche, abierto el ojo de la luna, decidí dormir un poco meses después de no poder hacerlo. Abatido, caí en algún lugar, no recuerdo donde, pero aún dentro del departamento de Franz.

El departamento se encontraba vacío a la mañana siguiente, ni un solo rastro de mi amigo, de nada. Deambule alrededor del sitio no por curiosidad, sino más bien por incomprensión, seguí unas cuantas horas más sin comprender nada, todo era confuso, y así, confundido y mudo, regresé a mi habitación. Abriendo la puerta me tiré sobre un sillón, al segundo, alguien tocó a la puerta. «Sabrás que eres escurridizo y lo sabes, por ello escapas, pero no tienes que huir, también sabrás lo que deseas cuando olvides el deseo.» Franz a la puerta, sin ser llamado, sin poder recordar donde le conocí, sin saber siquiera cual es su necesidad de permanecer cerca de mi persona, pero no me atrevo a cuestionarle por nada, siento nauseas, incompetencia, impotencia.

Había pasado medio día, olvidé ir al trabajo, sólo ahora lo recuerdo, ahora que ya han renunciado a mí sin liquidación, lo cual no importa, estoy al borde del colapso, de la aniquilación, pero aquí está Franz, ha echado los pies sobre la mesita frente al sillón, acomodando su cabeza entre cojines, bebiendo cerveza y tirando los restos de sus cigarrillos sobre la alfombra quemada. ¿Había visto algo semejante alguna vez en mi vida? Me asustaba el sólo hecho de pensar que así era cada vez que me lo preguntaba y, al interpelar así, sólo incrementaba la angustia que desde adentro me suspendía en un espacio oscuro e indeterminado, destruía mi conciencia con premeditación. Una repetición del pasado me pareció una idea inminente, ninguna explicación le hacía posible. Lo que me pasa es imposible, Franz está muerto: yo pensaba.

Decidí darme un baño con agua fría, y entonces pensé con claridad. Franz creía poder encontrar en su destrucción la eternidad, desde entonces no soy capaz de pensar ni de dormir, y ahora pienso: Franz no murió, Franz vive en mí. Vive en mí la inexistencia, matar el sueño es realidad.

Cuando dejé de imaginar lo posible y limité mi imaginación a lo invisible, un dolor de cabeza trajo consigo al fantasma de un eterno retorno, regresar siempre a la nada, la vida se da con tanta velocidad ante nuestros ojos que al intuirla ya estamos pensando en el pasado, ni siquiera el cuerpo nos avisa con tiempo, él, que siente el frío de un verano en la ciudad. «!Escupimos en el cristal de un abismo que no refleja nada, el espejo miente cuando muestra nuestros rostros!», corta el sonido del agua el grito de mi amigo, de Franz, alguien. Franz está muerto, se arrojó por la ventana, miraste su sangre, no puedes dejar de pensar en ella, has estado obsesionado con su cuerpo tendido en el asfalto, has estado alucinando con su último aliento, ha estado pesando sobre ti la sombra de un muerto, has estado muerto por mucho tiempo. Tu nombre es Franz, amigo mío, alguien:

Yo.

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