domingo, septiembre 07, 2008

El lugar de un sueño.



La puerta hace un llamado a la curiosidad, de inmediato, la mente se adentra queriendo adueñarse de algo que no puede poseer, que es la respuesta a una pregunta que no se sabe hacer. Había final, finito en su propio momento, en cada instante que fue y que ya no será, pero se queda fin del presente, se vuelve una historia, una experiencia, y a veces, no por propia voluntad, los recuerdos se pierden en la memoria, sin desaparecer, se entrecruzan y revuelven entre ellos, creando universos distintos, otras vidas, distintas apariciones de mí en el espejo de la fantasía.

De la puerta emanaba un vacío profundo, lleno de luz, todo adentro era invisible, tan invisible que era confuso, tallé y tallé mis ojos, miré mis manos, un líquido espeso, densamente negro, escurría vida por el piso como el viento que se escapa hacia el infinito, di muerte al desierto al despertar la naturaleza. A mis pies, las áridas costras de tierra enardecían en un verde fulgor repentino; el mundo se hacía redondo, gravitatorio, provocando el movimiento y la oscilación de los cuerpos, las montañas vibraron, expulsando por siempre de la tierra la luz, triste luz de esa puerta, y la ilusión de una pureza invisible, frágil, absoluta.

Di vuelta atrás, me había quedado sólo en el mundo, sin ilusiones, sin ningún lugar a donde entrar, todo el mundo está afuera, en otro lugar, aquí en frente, o demasiado lejos, tan lejos, que nunca podremos llegar, es el universo entero lo que es afuera, lo que ocurre afuera, lo que se da y sólo se da afuera, lo que afuera siempre será. Soy un aparato cerrado adentro de un aparato abierto, tengo que entender mi lugar y entonces ser parte del universo entero, no puedo mentirle al universo entero, no puedo correr del universo entero, porque es el mundo lo que me matará, la naturaleza es nuestra, y morimos, redondos, como el mundo, cerrados hacia adentro, encadenados al conocimiento de sí, el control de sí, el ser de uno, el ser naciente, el aro adentro del aro adentro de un aro y que por siempre que los ojos vean, incluida la mirada de un ciego, seguirán estando adentro de un aro, de un anillo de sol, de un pedazo de luna, pero nunca en un espejo. Recorría las distancias sólo para asegurarme de que me estaba acercando a mí espalda, quiero conocerme en este mundo, y estoy sólo, pensaba, me decía - Estás sólo, sólo, sólo... En voz alta, hablaba, hablaba sólo, con la mano derecha reconociendo mi cuello, y abajo la espalda, tocar con los pies la tierra, un dedo otro dedo luego las manos, que atraviesan y exploran el rostro, que se tocan entre sí sin mirarse desnudas, con los ojos abiertos en la espalda, la sensación de riesgo, un espasmo, un espasmo tras otro tendido en el piso mirando el cielo, con sus nubes que se escapan de mi mirada lentamente junto al viento, que me acaricia sin preguntarme porque sabe que no me es posible impedírselo, impotente rostro con la mano en la espalda, con la otra mano sosteniendo una máscara, las escaleras y los pies, subiendo al escenario para reconocernos en este mundo.

Quiero perderme con mis ideas en esta isla desierta, convertirme en la imaginación del universo, perderme con las letras en otro espacio, otro tiempo.

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