Sin detenerme ni un sólo instante, las nubes quedaban por detrás de mi sendero anunciando entre relámpagos las duras montañas que separaban al pasado de mi destino, andaban mis pensamientos sobre las vías de un tren descarrilado, un viaje sin sentido, abordo de nunca mirando lo eterno, la carretera se ensanchaba con las risillas de unas muchachas sobre una cerca de madera, paseaban niños en bicicleta, otros volaban papalotes, el viento acariciaba los recuerdos que no tenía sobre mi infancia, mirar las manos, agitarlas, cerrar los ojos apoyando las palmas sobre el rostro, descansando los dedos sobre la frente y los pómulos, sobre la espalda, sobre las piernas, sobre los pies, sobre el cuerpo entero viajan las manos, y descubrir que el olor no nos pertenece, que formamos parte del mundo, que al devolver los ojos al cielo las estrellas aparecen para luego hacerse invisibles con el primer rayo de sol. Imposible detenerse, aunque permanezca de pie el mundo me lleva dando vueltas alrededor del sol, contemplando el tiempo que no me convence de ninguna forma de conocimiento. Tan libre en este espacio tan limitado porque siempre habrá alguna cosa que queramos observar.
Y me fuí para nunca volver, simplemente miraba kimonos.
"Soñar difícilmente concuerda con ver: quien sueña con demasiada libertad pierde la mirada, quien dibuja demasiado bien lo que ve pierde los sueños de la profundidad."
Gastón Bachelard - El Derecho de Soñar, XXI. El Orden de las Cosas.
Y me fuí para nunca volver, simplemente miraba kimonos.
"Soñar difícilmente concuerda con ver: quien sueña con demasiada libertad pierde la mirada, quien dibuja demasiado bien lo que ve pierde los sueños de la profundidad."
Gastón Bachelard - El Derecho de Soñar, XXI. El Orden de las Cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario