martes, enero 06, 2009

Dha Dad


Desapareció el sol del cielo...

... y las estrellas construyeron el silencio ocultas tras las sombras de las vidas de algunos hombres muertos, con sus sonrisas inmutables, borradas, separadas de su rostro, arrancadas de la piel, huérfanas de humanidad, estrellas solamente, estrellas nada más.

Doce lágrimas...

... que recorrieron el bosque y, en el claro, sus rumores se convirtieron en secretos y, los secretos, fueron sepultados en un abismo sin fondo, mutilados en la oscuridad, como las víctimas de una dictadura.

Días atrás, ayer fue hoy, con todo y los gritos del mudo...

... lentamente la tierra perdía al cielo tras el universo, desvaneciéndose en un horizonte que se extiende hasta su propio fin: en donde nada termina, en donde todo es posible y el todo mismo se vuelve polvo; el péndulo arrastraba el movimiento de la vida, con el tiempo dando el ritmo, esparció sus cenizas, haciendo durar el mundo para nunca más perecer, como la máscara de una musa que se come las alas de una arpía, como una sirena que canta y que siempre ayudamos, infinitas muertes para siempre volver al auxilio.

Dos veces he muerto y tres veces he nacido, aún así, diría que la vida nos debe una vida más, menos silencio sin ruido y más despertar entre sueños.

De haber nacido alguna vez, le pediría a la vida volver a nacer una vez más, para que mis ojos encuentren su paz, así como entre miradas se descubre el amor.

De haber nacido alguna vez, le pediría a la vida siempre volver a nacer, para todos los días de mis vidas volver a descubrir el amor.

Dios, cuando exista (auténticamente en la humanidad), dirá que digo verdad.

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