"La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso."
(Borges, El Aleph, EMECÉ, Buenos Aires, 1996)
Imaginaos por un momento una imaginación distinta a la nuestra, a la del hombre, pensar con la mente de un Inmortal cuando lo único que se tiene por seguro es aquella neblina que conjunta las palabras que significan nuestro testamento, como ir cargando sobre los hombros una mente cuya libertad nos cuesta alcanzar; hablar de la mente como si fuera otra cosa, excepto nosotros, la vuelve a poner en su lugar, adentro de un cráneo enmascarado por un rostro, como aquellos números que sólo pueden ser idénticos a sí mismos, dentro de un cuerpo completo, con piernas y brazos, o sin piernas sobre una silla, con los brazos atorados sobre el corazón: sin embargo, se es completo en sí por los propios límites de nuestra identidad, encuentro que al alcanzarse es a su vez olvidado, porque la búsqueda de sí es un laberinto infinito o porque es imposible encontrarnos en los otros, los otros se encuentran en nosotros y los abrazamos con amor.
.. y esa imaginación tan pura de: yo muerto abrazado al árbol de mi Madre Tierra.
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Título del grabado: "La mancha que crece y no se alcanza." (50 x 70 cm.)
Imaginaos por un momento una imaginación distinta a la nuestra, a la del hombre, pensar con la mente de un Inmortal cuando lo único que se tiene por seguro es aquella neblina que conjunta las palabras que significan nuestro testamento, como ir cargando sobre los hombros una mente cuya libertad nos cuesta alcanzar; hablar de la mente como si fuera otra cosa, excepto nosotros, la vuelve a poner en su lugar, adentro de un cráneo enmascarado por un rostro, como aquellos números que sólo pueden ser idénticos a sí mismos, dentro de un cuerpo completo, con piernas y brazos, o sin piernas sobre una silla, con los brazos atorados sobre el corazón: sin embargo, se es completo en sí por los propios límites de nuestra identidad, encuentro que al alcanzarse es a su vez olvidado, porque la búsqueda de sí es un laberinto infinito o porque es imposible encontrarnos en los otros, los otros se encuentran en nosotros y los abrazamos con amor.
Cualquier otra palabra es sabiduría ya que no es mía, porque la imagino como un sentido que refiere a otro mundo. Imaginaos que siempre imaginamos lo que los otros piensan y nunca lo sabemos, entonces nos curamos de la soledad pues la propia voz se vuelve tan única que se transforma en nube, vapor que se hace lluvia en derrame que acoge al mundo entre sus brazos, en su regazo satisfaciendo su sed, dándole todo de sí en alma de cuerpo con el espiritu de la mente, o bien, con libre voluntad, pensamiento en metamorfosis secreta: en comunicación íntima con la naturaleza, imaginación que se pierde vuelta piedra, sol, planeta, holocausto, bendición, víctima culpable, virgen inocente, locura aberrante, triste compasión...
.. y esa imaginación tan pura de: yo muerto abrazado al árbol de mi Madre Tierra.
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Título del grabado: "La mancha que crece y no se alcanza." (50 x 70 cm.)
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